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La importancia de Tsjuder no va solamente por las facciones del Black Metal en su forma más pura, el Black Metal, sino por la tradición del género en una tierra significativa para los fanáticos desde finales de la década de 1980. Noruega, tierra fecunda con embajadores de peso como Darkthrone, Mayhem y Satyricon, le dio al Black Metal una identidad y, sobretodo, una forma de ver y hacer las cosas. No nos vamos a referir a las polémicas del infame ‘Inner Circle’, sino a lo que podían lograr y generar con lo justo en recursos. Y en el caso de Tsjuder, una banda fundada en 1993 que tardó siete años en estrenarse a lo grande con el hoy fundamental Kill For Satan (2000), los capítulos más apasionantes de la leyenda nórdica se compilan en una firma que poco y nada está dispuesta a transar su integridad. Nag y Draugluin, sus componentes e ideólogos históricos, ambos colegas de ruta desde los ‘90s, la tienen clara respecto a lo que significa el Black Metal como estilo de vida (y muerte, sobretodo). Y con Helvegr recién salido del horno (junio del presente año), el hoy binomio parece haber logrado una consolidación que poco y nada afecta su temple peligroso, sino todo lo contrario.

Si Legion Helvete (2011) fue un retorno glorioso tras un receso de 5 años en su momento, y Antiliv (2015) se elevó con justicia a la categoría de clásico inmediato, lo de Helvegr es otro golpe abrasivo del Black Metal virulento e implacable que Tsjuder defiende a sangre y hierro. Y no exageramos si nos referimos al disco en cuestión como lo mejor del año en su género, lo que le da un sabor especial a la gira sudamericana que los trae por primera vez a país como Chile. Y puede que suene chovinista lo que diremos, pero la parada en suelo chileno era fija y la respuesta de los fans hizo del Club RBX una caldera de Metal blasfemo y maldito hasta la médula. No hay puntos intermedios cuando hablamos de un estilo que, reiteramos, no necesita ningún aditivo para vomitar lo peor de lo peor.

El arranque de la mano de Gangrena tuvo todos los ingredientes de la clase, y de la anécdota en algunos aspectos. Partamos por lo que importa, donde el Death Metal primigenio no es solamente su ropaje sonoro, sino una forma de expresión en toda su crudeza. ‘Yo soy el Fuego’, ‘La Sangre Inicia’ y ‘Gritos en la Oscuridad’, una tripleta asesina que se sobrepone a los problemas de sonido para ir al grano y lacerar la carne humana con el filo propio de un estilo que respira muerte y horror. Guitarras que traspasan la dermis como un machete, una base rítmica que rememora la esencia de un estilo marcado por su groove despiadado. Un cantante y bajista que habla lo justo y vocifera relatos de gore y asesinos seriales por toneladas.

Un drama técnico obliga a reiniciar ‘Un Acto Perverso’ después de un par de minutos de incertidumbre. Y lo que hubiese sido en otro caso un factor perjudicial, acá hubo un envión anímico que permitió continuar la carnicería con el propósito en alto. Así es como ‘Liberando Demonios’, ‘Nadie sabe Nada’, ‘Arrastro el Cadáver’ y ‘Vomitando Insectos’ pasaron como un rastrillo destrozando todo a su paso. Eso es el Death Metal, eso es el Metal en general y más allá del género musical. Es la podredumbre que se expande en la carne y nos sume en un dolor insoportable. Eso es Gangrena, una banda cuyos 18 años de trayectoria se resumen en una presentación no perfecta, pero sí constante en su andar sanguinario.

Puntual a las 21 horas, y con una lúgubre intro que da paso a ‘The Daemon Gate’, Tsjuder hace su debut en suelo chileno transformando el RBX en el averno mismo. Puede que para los escépticos suene a un cliché propio del estilo, pero a Nag y Draugluin poco y nada les importa el prejuicio ajeno. En realidad, cuando pasan rasantes ‘Helvete’, ‘Iron Beast’ y ‘Slakt’, nos queda claro que estamos presenciando historia viva, la del Black Metal noruego y su tradición marcada dentro y muy afuera del plano musical. Es el sonido de los bosques de Europa del Norte y sus ritos paganos, siempre con lo mínimo en aparataje para hacer arder al mundo civilizado.

Así como ‘Ghoul’ es una cátedra de música maldita que castiga al oyente de manera cruel con algunos hálitos de alevosía, la ambición creativa de ‘Mouth of Madness’ nos muestra de lo que es capaz un dúo que no se ampara solo en la velocidad y el blast-beat. De la misma forma en que la recién estrenada ‘Gods of Black Blood’ expanden una bruma de horror y pérdida que no hacen más que demostrarnos de qué están hechos sus creadores. Y sí, son los mismos que presentaron ‘Kill for Satan’ al mundo en el 2000, una declaración de principios que suena fresca y retorcida hoy, en los 2000, en el ’94… El año y lugar que sea, Tsjuder despotrica contra lo sagrado a punta de bombazos y clásicos del género. Y lo que ocurre en ‘Sodomizing the Lamb’, con esas guitarras que arden como el fuego en las ruinas de una iglesia y la voz de Nag con efecto de ultratumba y odio parido desde la entraña, es un imperdible que la gente responde con puño en alto o grabando con sus celulares. Hablando del último punto, el espectáculo que ofrecen los nórdicos es quemante y fresco a la vez.

La estampida de riffs enfermos y gritos de odio y blasfemia tiene sus siguientes muestras en ‘Prestehammeren’ y ‘Antiliv’, siempre manteniendo la solidez de un muro impenetrable a cualquier seña de jovialidad. Incluso en algunos pasajes donde el bajo de Nag por momentos tuvo problemas de sonido, hubo algo ahí que le permitió a Draugluin tomar la batuta, mientras la batería de Jon Rice (sí, el mismo de Uncle Acid & the Deadbeats) ejecuta sus funciones con precisión y fuerza sobrehumanas, como tiene que ser.  Y empezando la recta final, un regalo para los amantes del Black Metal desde los inicios con ‘Sacrifice’. Es sabido que su fanatismo por Bathory está grabado a fuego con el EP de covers que editaron este año, aunque la elección de ‘Sacrifice’ parece rara por estar ausente en dicha placa. Aún así, los fans del Bathory de los inicios lo celebran como un himno de vida, mientras que ‘Epiphion Epistates’ aparece como la penúltima propia en un repertorio de lujo.

Para el cierre, una versión atronadora de ‘Troops of Doom’, donde el amor al Sepultura de los inicios se manifiesta de forma transversal, incluso fuera del mainstream. Y el remate con ‘Kaos’, ya ultimando a quemarropa a las cientas de almas congregadas para dejarse arder por la maldad humana, no puede ser de otra manera. Sin duda, nos queda claro en carne propia que la música más enferma y blasfema que pueda concebir el hombre, puede hacer cosas impensadas y abominables hasta para el más versado. Es lo que pasa cuando la bestia de hierro abre sus fauces de locura para darnos una muerte violenta y dolorosa.  Lo que es Tsjuder, una banda que viene de un linaje de sangre negra.

Texto: Mauro V

 

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