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Hubo que esperar más de dos décadas para un reencuentro que se venía gestando de hace poco más de un lustro. Las presentaciones bajo el nombre Bonebreaker -como su placa más exitosa-, eran la antesala de lo que se veía venir, y con toda razón. Undercroft, de toda la camada Death Metal que marcó el estilo a nivel local durante los ’90, fue quizás la más importante por el nivel rutilante de sus dos placas iniciales, Twisted Souls (1995) y la mencionada Bonebraker (1997).
Con toda una discografía de nivel superlativo, el Undercroft original es objeto de culto para toda una generación. tanto para quienes vivieron los ciclos en el Manuel Plaza, como para otra más joven que anhelaba el regreso de Tito Melin y rememorar la gloria de una época en que la cosa se movía por impulso y el talento iba de la mano con el propósito ante todo. De ahí la convocatoria en el Club Blondie, con un público de todas las edades y un cartel con lo más granado del metal extremo en la actualidad.
Arrancando la jornada, y con ‘Destroy’ bajo el brazo desde hace un par de meses, Sobernot desplegó sus toneladas de clase, frente a un público que, lamentablemente, era bastante escaso en cantidad. Nada de aquello fue impedimento para sucumbir ante el bombardeo de riffs con que ‘I Recommend Amputation’, ‘Servants of the Yellow King’ y ‘Tyrant Machine’. todos misilazos de metal chileno sin apellidos ni dobles intenciones. La postal de Chespi, el riffmaster de Sobernot, bajando al pit y moviéndose entre el público en plena metralla con la final ‘Vermis’, nos explica de manera simple y concisa por qué este 2022 es su año, por lejos.
Ya pasadas las 21 horas, y con el Club Blondie ya abarrotado en toda la cancha, el regreso de Undercroft en su formación original ya era un hecho. Tito Melin en los ladridos, Claudio Illanes y Sergio Aravena en guitarras, el bajista Marco Medina, y el baterista Felipe Jiménez, todos volviendo a unir fuerzas para desatar el infierno con las iniciales ‘Empire of Orgies’ y ‘I Condemn’. Un puntapié inicial demoledor en todo aspecto, donde los más de veinte años separados (?) ni se notaron. Todo lo contrario; el ensamblaje de Undercroft debiera ser un ejemplo de lo que pesa una carrera y cómo sus integrantes lo asumen como tal.
‘Demons Awake’, la clásica ‘To the Final Battle’, ‘Son of Darkness’ y ‘Road to Desolation’, todas desfilando sin descanso, con la centrífuga humana y el headbanging conformando una escena maravillosa, amor por el metal chileno hasta la muerte. En gran parte, Undercroft se hizo un nombre porque su estilo, más allá de las influencias y el impacto generado en esos años, hubo un propósito en común para sus integrantes, donde el Death y el Thrash convergen en la leyenda que siempre ha sido para los bangers locales, como nos queda claro en ‘Sodom and Gomorrah’, un himno de esos que obliga a levantar el puño, mientras las guitarras de Aravena e Illanes atacan y devoran sin miramiento alguno lo que se encuentre a su paso.
Yendo a la música, y con la reedición en vinilo de ‘To the Final Battle / Demons Awake, Revenge Is Near’, dicen que existe la posibilidad de un nuevo trabajo en estudio, el sucesor del último ‘The Seventh Hex’ (2017). Esperemos que así sea, porque si algo es seguro, es que los demonios han despertado nuevamente, listos para otra batalla final.