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Dentro del mundillo musical siempre se ha hablado de la importancia de la conexión entre una banda y sus seguidores, de esa capacidad para hechizar (por decirlo de alguna manera) a quien los escucha por primera vez así como el mantener bajo su embrujo a quienes ya fueron victimas de este con anterioridad.

Es algo muy complejo y que no puede ser reducido a una simple formula o a una correlación estadística, puedes tener una banda cuyos fanáticos agoten la capacidad de un estadio con una energía equivalente a 10 bombas nucleares y otra que sin tener esa clase de convocatoria multitudinaria logre (en espacios mucho mas reducidos), ese mismo despliegue aderezado con el “morbo” que produce la cercanía con la audiencia.

El caso de Opeth se encuadra (si es que hay posibilidad de encuadrarlos en algo) en esta última condición y lo que se vivió en Buenos Aires el pasado 13 de febrero fue sinónimo de perfección absoluta. La descarga metálica de la noche se iniciaba con los locales Coral, viejos conocidos de la escena local, saltaron al escenario con una puesta en escena y una energía de primer nivel, son muy conscientes de la importancia que reviste la fecha y lo asumen sin ninguna clase de complejos, están muy claros en lo que son, en lo que quieren, han crecido enormemente con el paso de los años y no se arredran ante nada ni ante nadie, demostrándolo con creces mediante la calidad de su show con temas como “La Última Linea”, “Thrash & Roll”, “Arrecho”, “Cambié para Mal”.

La banda suena compacta, como una verdadera aplanadora, un Facundo Coral inmenso en las 6 cuerdas quien fiel a su costumbre bajó hasta el público durante la interpretación del cover de MotôrheadOverkill” haciendo las delicias de los presentes, un Elias Stohge infalible a las voces y una base rítmica conformada por una verdadera maquina como Carlos Soutullo en el bajo y Kevin Tarpett en la batería hicieron del show de Coral un perfecto abreboca para lo que se avecinaba ¿he dicho abreboca?, si, así es, pero la verdad sea dicha, la banda actuó, se vió y se escuchó como una banda internacional más y el público se entregó por completo.

Seis años pasaron desde la última vez que los suecos se apersonaron por estas tierras y eso le añadía un toque especial a la noche, sumado a que esta gira celebraba el 30º aniversario de la banda, ¿se podía pedir más?.

La ansiedad reinante se sumaba a la alta temperatura generando un calor que (como dirían en otras latitudes) “se podría cortar con una tijera” y a las 21 horas en punto, se apagaron las luces y las notas de “Seven Bowls (de los Aphrodite’s Childs)” marcaron el inicio de lo que, de no ser por el frenético delirio de los fanáticos bien pudo haber pasado por un show de música clásica dado el nivel de perfección total, de maestría, de virtuosismo, de sobriedad y estoicismo por parte de unos verdaderos genios de nuestra era. “Ghost of Perdition”, “Demon of the Fall”, se sucederion prácticamente sin pausas en lo que fue una verdadera comunión entre el sonido, la ejecución y la iluminación (¿quien fue el que dijo que el Teatro Flores tenia problemas de acústica?)

Finalmente el lider indiscutido de los suecos Mikael Åkerfeldt se dirigió a los presentes de una forma cálida pero pausada, en primer lugar dando las gracias en español para posteriormente hacer referencia al triunfo mundialista de la albiceleste, aclarando (eso sí) que si bien el futbol no le importaba demasiado, estaba consciente de que para Argentina si lo era. (no tiene caso hablar de la enloquecida reacción de los fanáticos ante las palabras de semejante maestro).

Transcurrían los minutos y la velada se parecía más a una especie de ritual de algún culto religioso que un concierto de metal propiamente dicho, la perfecta integración de los suecos con su vorágine sonora, con el público junto a un magistral juego de iluminación hacia que nadie quisiera parpadear siquiera durante el desarrollo de los temas, lo cual (como es lógico) no impidió el tradicional pogo ni mucho menos los saltos de un publico cada vez más enardecido. “Eternal Rains Will Come”, “Under the Weeping Moon”, “Windowpane”, “Harvest” y “Black Rose Immortal” van dejando a quienes no quisieron entrar al pogo absolutamente boquiabiertos con el manejo de las diversas atmosferas a través de los diferentes pasajes de los temas.

Åkerfeldt se mostró bastante parlanchín durante la noche, agradeciendo las muestras de afecto del publico y sonriendo ante los gritos de ¡Mi-gue-li-to!, diciendo en algún momento “ese soy yo, realmente me gusta el mote”.

Por supuesto, en una banda de tal calibre el protagonismo no pertenece a un solo individuo y el bajista Martín Méndez se metió de inmediato a la audiencia en el bolsillo tras desplegar con su bajo las notas del archi conocido “vamos, vamos argentina…” tan propio de las canchas de futbol y que (como era de esperarse) fue gritado mas que cantado por la totalidad de los asistentes. ¡Que dificil es tratar de resumir una noche como esa!, ¡cuan complicado resulta elegir 2 o 3 momentos de un show que de principio a fin fue una obra maestra por parte de Mikael Åkerfeldt, Fredrik Åkesson, Martín Méndez, Joakim Svalberg y Waltteri Väyrynen!, una noche donde no faltó la interacción, la comunicación y el intercambio público-banda-público.

¿Cómo obviar el momento en el cual Mikael hizo referencia a que todos con excepción de su baterista eran ya personas de edad? o, ¿Cuando se refirió a que no le gustaba mucho Spotify? o, ¿Cuando afirmaba sonriendo que iban a tocar su canción más larga y que quizá para algunos era una buena noticia y para otros no tanto?, pues sencillo (o quizá no tanto) hay que recordar que esto es una crónica y que el espacio es limitado por lo cual no podemos explayarnos tanto como quisiéramos.

En fin, luego de la caracteristica falsa salida, Opeth vuelve al scenario con el tema “Sorceres” luego del cual tradicional cantico “cada dia te quiero mas” se dejó escuchar por varios minutos, siendo inclusive acompañado por la baterista de la banda, seguido de algunos segundos de silencio por parte de Opeth luego de los cuales su lider atinó a decir “Ok, eso fue… intersante” para posteriormente entonar el clásico “Deliverance” terminando de llevar al éxtasis total a un público que a esas alturas no le importaba el calor, la hora, el tener que trabajar al otro día, etc, todo eran sonrisas, felicidad y la sensación de haber estado en un show sin precedentes en la historia de los recitales en Argentina.

Y si algo le faltaba a esta actuación la guinda del pastel vino por parte de los suecos quienes en su twitter oficial colocaron poco despues de finalizado el recital: “Buenos Aires, ha sido el show más cálido de la gira hasta ahora, muchas gracias por venir a compartir con nosotros. Los amamos” ¡GRANDE OPETH!, ojala los tengamos de vuelta muy pronto.

Producción & Prensa:
California Sun Producciones / Hellnoise Booking
Los Teatros Producciones / HP Prensa

Crónica por: Joad Manuel Jiménez
Fotografías: Paula Andersen


 

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