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Nos lo adelantó el guitarrista y productor Martín Furia la semana anterior. Un repertorio para fanáticos, enfocado principalmente en su etapa primigenia. Son los 40 años de una institución de la música para gente enojada, y Destruction tiene todo eso que define el Thrash Metal desde el impulso de la tripa y las ganas de mandar todo al carajo. O como decimos en Chile, ‘A la conchadesumadre’.
Sin eufemismos ni nada, porque esta música no necesita de aquello para arrasar con todo a su paso. Y lo ocurrido anoche en el Teatro Coliseo de Santiago refleja el amor por este estilo musical que no se concentra en ‘reinventar la rueda’, sino en devastar todo lo que haya alrededor. Violencia hecha música, como lo vienen haciendo desde la década del ’80, cuando el género en Alemania explotó a la par de sus contemporáneos en USA y la revolución metalera ya exponía su firma de sangre e infierno a proclamar durante las siguientes generaciones.
No hay mucho que decir ni explicar sobre Destruction y su influencia en el Thrash hasta hoy. A lo más, y probablemente lo fundamental a destacar, la constancia de Marcel Schmier como voz e ideólogo -y bajista, como su mentor Lemmy Kilmister-, siempre al frente de una banda que no transa su identidad y le jura lealtad eterna a su integridad artística, te guste o no. Más aún cuando la partida del fundador e histórico guitarrista Mike Sifringer hace un par de años pudo ser un golpe tremendo a la interna. Pero el ingreso de Martín Furia terminó conformando un grupo implacable y con la energía suficiente para refregarte en la cara al mundo la vigencia de un estilo que mantiene iracundo y abrasivo.
Si hay un ejemplo de tamaña influencia, al menos en Chile, tenemos a Cianuro, el nombre elegido para darle el puntapié inicial a una jornada breve en tiempo pero intensa en lo que importa. Con Matías Valdés a la cabeza, hay un Thrash con puñete Hardcore-Punk que impone sus términos sin floritura que valga, jugando al ataque y dejando en claro el porqué el legendario Fleming Rasmussen aceptó masterizar su reciente álbum Odio Total (2022). ‘La Revolución de la Inconsecuencia’, ‘Rechazado’, ‘Resistencia’ y ‘Odio a la Sociedad’, una a una caen como bombazos de agresión y protesta en toda su forma. De igual forma que ‘Es La Ley’, con Valentina en la batería, y el medley de ‘Tierra de Nieblas’ y ‘Medios de Control’ con Sebastián en la guitarra, reafirman el sentido de familia y trabajo con que Cianuro ha logrado ganarse el sitial donde está hoy a nivel local y, porqué no, sudamericano.
Pasadas las 21 horas, la intro que da paso al megaclásico ‘Curse the Gods’ nos avisaba que esto sería 100% vieja escuela, al menos respecto a su visita del año pasado cuando promocionaban el excelente Diabolical (2022). Cómo decirle que no a un himno del Thrash en su perfecta definición, con la centrífuga humana haciendo lo suyo en estas instancias. Lo mismo podemos decir de ‘Death Trap’, Thrash Metal químicamente puro, el que nos gusta a quienes sabemos que esto no necesita ‘evolucionar’ para proyectar su distintivo. Metralla pura, con la cancha del recinto convertida en un campo de desastre.
Qué notable y glorioso lo de ‘Nailed to the Cross’, cantada con puño en alto porque está hecha para eso, como todo clásico de ayer y hoy. O el baño de sangre con que ‘Mad Butcher’ le enrostra su temple asesino a quienes tienden a mirar en menos la visceralidad de esta música que no necesita acomodarse a las tendencias para cumplir su propósito. La euforia en el moshpit hasta el sudor es el reflejo de una banda que goza de un excelente estado de salud, partiendo por el despliegue de Randy Black en la batería. Una máquina infernal en los tarros, y que no haya dudas al respecto sobre su fiato con Schmier en la base rítmica.
Así como ‘Life Without Sense’ y ‘Release From Agony’ son un deleite para los fans más antiguos, aquellos que siguen a Destruction y toda la camada Thrash desde la era dorada, ‘The Antichrist’ resulta lo mismo para las generaciones que descubrieron esa música empezando los 2000, cuando el Thrash Alemán volvió a la primera plana del metal después de unos irregulares ’90s. Y quizás por eso es que la instrumental ‘Thrash Attack’ -inspiración para la recordada banda chilena del mismo nombre- termina definiendo lo que es esto más allá del recurso y la pirotecnia. Notable y abrumadora, por cierto, la labor de Martin y Damir Eskić en las guitarras, pues se nota a kilómetros que entienden perfectamente lo que implica comer y respirar metal extremo a la antigua. Y de ahí el espectáculo de solos y armonías entre ambos que antecede a ‘Eternal Ban’. Sí, vieja escuela pura hasta en el talento, y así es como Destruction celebra sus 40 años, sin ninguna promesa aparte de romper y quemar todo.
Si bien ‘Armageddonizer’ y ‘The Butcher Strikes Back’ son piezas de una calidad suprema, la respuesta del público jamás será la misma cuando lo que mandan son los clásicos de los ’80s. Por ende, la explosión nuclear que generan ‘Tormentor’ -Randy Black y su groove baterístico a lo Motörhead, glorioso- y ‘Bestial Invasion’, son de una liga reservada a los grandes, quienes procrearon algo que en su momento era sinónimo de ‘lo peor de lo peor’. Y si hablamos de entrega sobre el escenario, el nivel de pelotas que le pone Martín Furia para incentivar al público es una cátedra obligatoria.
Llegando al encore, justo y necesario empezar la última ronda con ‘Diabolical’, graficando el presente de una leyenda incansable. Y el cierre de la mano de ‘Total Desaster’ -¡eso es el metal!- y el himno ‘Thrash ‘Til Death’ no dejan dudas a ninguna duda. Breve seguramente, pero intenso en lo que nos gusta de la música extrema, sean en velocidad, riffs asesinos, ladridos de ‘buena onda y optimismo’… Todo eso que es Destruction partiendo por el nombre.
Omitiremos en esta pasada la calidad del sonido, bastante agudo y confuso al principio. Lo obviaremos porque lo que realmente vale todo es la actitud de una banda que encarna en toda su forma el desastre total. Son cuarenta años de carnicería bestial, siempre con el legado de los hoy extintos Motörhead como guía hacia un estilo de vida ‘sin sentido’ para algunos, para nosotros una forma de maldecir a los dioses que sumida a la humanidad en el eterno tormento. Gracias, Schmier. Gracias, Destruction. THRASH HASTA LA MUERTE!!!
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