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The Adicts se despidieron para siempre de México: una revolución punk llena de alegría, caos y nostalgia

El pasado 10 de octubre, la Ciudad de México vivió una de esas noches que quedarán grabadas en la historia del punk. Con una carrera que abarca más de cuatro décadas, The Adicts ofrecieron su último concierto en tierras mexicanas, una despedida que fue todo menos triste: fue una fiesta, una revolución, un carnaval sonoro que recordó por qué esta banda británica marcó a generaciones enteras.

Desde temprano, el ambiente en la Carpa Velódromo era eléctrico. Decenas de fans comenzaron a llegar con sus rostros pintados al estilo A Clockwork Orange, trajes coloridos y sombreros de copa, rindiendo homenaje al inconfundible estilo de Monkey, su carismático vocalista. Afuera, la fila serpenteaba varias calles y el rumor de un sold out total aumentaba la expectativa.

El inicio de una velada histórica

El concierto arrancó con fuerza gracias a Bloody Benders, una agrupación femenina que se ha ganado su lugar dentro de la nueva ola del punk mexicano. Con una presencia arrolladora, vestuarios irreverentes y letras cargadas de actitud, las chicas abrieron la noche dejando claro que el futuro del punk en México está en buenas manos.

A continuación, Mess tomó el escenario con un set cargado de nostalgia y energía cruda. Su sonido, que mezcla el punk clásico con tintes contemporáneos, fue el puente perfecto entre la nueva generación y la vieja escuela que esa noche se reunía para rendir tributo a los británicos. Juntos, ambos actos lograron crear una atmósfera de unidad y celebración, como si todo el público estuviera sincronizado en un mismo pulso: el del caos feliz.[Reseña] The Adicts se despidieron para siempre de México

Un velódromo al borde del colapso

Antes de que The Adicts salieran, la tensión era palpable. Algunos fans lograron colarse tras el portazo que se desató al confirmarse que no cabía un alma más dentro del recinto. El calor era sofocante, el aire espeso, pero nadie se movía. Todos sabían que estaban a punto de presenciar algo irrepetible.

Cuando las luces se apagaron y comenzó a sonar la introducción, el lugar estalló. Monkey apareció vestido con su habitual traje blanco y maquillaje de payaso, lanzando confeti al público, mientras los demás integrantes tomaban sus instrumentos bajo un estruendo ensordecedor de aplausos y gritos.

El caos se volvió celebración

A partir de ese momento, no hubo respiro. Sonaron himnos como Joker in the Pack, Chinese Takeaway y Let’s Go, cada uno recibido con saltos, pogos y coreos que retumbaban como un solo corazón punk. Pero el punto más alto llegó con Viva la Revolution, cuando el público se transformó en un mar de puños en alto y banderas ondeando.

La conexión entre banda y fans fue tan intensa que parecía que el tiempo se detenía. En cada gesto, en cada sonrisa de Monkey, había una mezcla de melancolía y gratitud. Era evidente que sabían que este era el último encuentro con su público mexicano, pero también que querían despedirse fieles a su esencia: con alegría, ironía y desorden.

El espíritu del punk sigue vivo

Entre confeti, serpentinas y luces estroboscópicas, la banda interpretó I Am Yours, dejando una sensación de comunión total. Era una promesa tácita: aunque su carrera en vivo llegue a su fin, su legado permanece en cada fan que alguna vez pintó su cara, se subió a un pogo o gritó sus letras desde el alma.

The Adicts no solo dieron un concierto, ofrecieron una lección final de lo que significa ser punk: reírse del sistema, bailar sobre el caos y nunca perder la sonrisa.

Un adiós que se sintió como un comienzo

Cuando la última nota se desvaneció, nadie quería irse. Hubo abrazos, lágrimas y aplausos que se extendieron por varios minutos. La carpa olía a cerveza, sudor y confeti, pero sobre todo, a historia.

Más que una despedida, fue una celebración de todo lo que el punk representa: irreverencia, comunidad y libertad.

Esa noche, México no solo le dijo adiós a una de las bandas más queridas de la escena, sino que reafirmó algo que The Adicts siempre predicaron:

“La revolución no siempre necesita violencia. A veces, basta con una sonrisa y una buena canción”.

Agradecimientos especiales a Fernanda Sánchez de Zepeda Bros

Redacción y fotos: Karen Ríos

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