Una jornada cálida y expectante ante lo que se vendría en el Teatro Coliseo, que la noche de este miércoles se colmaba entusiasta ante el regreso a Chile de la maquinaria musical de Primus.
El regreso de la banda liderada por Les Claypool incluía, además, el set en homenaje al disco A Farewell to Kings, clásico de 1977 de los legendarios Rush, una de las bandas que más marcó al trío estadounidense.
A las 21 hrs el recinto santiaguino lucía completamente lleno en sus tres niveles, y unos minutos después, ante la creciente expectación y alegría desbordante, se apagaban las luces, ingresando uno a uno los músicos a escena, dando el vamos con ‘Those Damned Blue-Collar Tweekers’, que comienza misteriosa y crece de a poco, hasta golpear duro en su riff central con esa conjunción única que tiene Primus de hacer sonar la siempre original guitarra de Larry Lalonde, la batería mitad metal- mitad jazz de Tim Alexander, y el potente bajo marca registrada del genio Les Claypool. El público saltaba y gritaba eufórico, el sudor comenzaba a hacer de las suyas y los líquidos volaban desde los vasos hacia todos lados. Por si fuera poco, luego de la canción del tan querido ‘Sailing on the Sea of Cheese’, no dejan respirar para iniciar los acordes de un clásico inoxidable: ‘Too Many Puppies’, con esos inconfundibles acordes de bajo y ese peso heredero de Black Sabbath, pero adaptado a la fantasía vívida de Primus. Más euforia, más saltos, cantos, gritos y ovaciones. La banda realiza un show clásico, con sus posturas y maestría de siempre, con Les rondando mientras hace aullar su bajo para luego lanzar su voz nasal tan característica a escena. En medio del tema suena ‘Sgt. Baker’, otra que causó estragos con sus secciones funkys e hipnóticas sin descanso. Siguen con el final de ‘Too Many Puppies’ y la gente parece desbordada en emoción. Alguien logra pasar la reja, subir al escenario y lanzarse en un stage diving que se suma a los saltos y mosh que ya son incontables. A esta altura, ya creo que cualquier show anterior de la banda en nuestro país va a ser superado. Hasta ahora, nadie lo para en ese rumbo.
El set parece hecho para derretir en pasión a cualquier fan. Se podrían aludir a muchos temas que faltaron, pero ‘Groundhog’s Day’, ‘Jerry Was a Race Car Driver’ y ‘My Name is Mud’ es una serie de canciones de ensueño, que nos mostraron lo mejor del repertorio histórico de Primus y su sonido, porque una banda tan original debe ir acompañada de un sonido donde se entienda lo que quieren comunicar, y así fue. Necesitamos entender qué Les Claypool toca con una calidad suprema, pero además golpea como si fuera un percusionista más, como en ‘My Name is Mud’, en donde es la madera del bajo la que habla antes que todo. Entremedio, suena ‘Conspiranoia’, una de sus canciones más nuevas, una suite extensa, muy psicodélica en sus secciones y cambios, en donde enumeran en pantalla todas las teorías conspirativas que resuenan en algunas cabezas paranoicas y que se han masificado gracias a internet y el escaso juicio crítico. ‘Over the Electric Gravepine’ dosifica la energía y se van un momento del escenario.
Se produce un descanso en donde reponemos energía, pues ya sabemos lo que se viene: el clásico de Rush en su forma más precisa. En este hiato le agregan y cambian partes a la batería, y al regreso, vemos a Larry enfundado en una Gibson semi-hollow y a Les en un Rickenbacker que reproducirán el tono del combo canadiense con un purismo admirable. Al sonar el arpegio inicial de la canción ‘A Farewell to Kings’, la gente reacciona con una emoción palpable, y es que los que vimos a Rush en Chile sólo escuchamos el clásico ‘Closer to the Heart’ de este maravilloso disco, y los que no, presenciaban una interpretación que rayaba en la perfección de parte de unos hijos avanzados en el mundo del progresivo. Lo único distinto es la voz, y es que ahí no se puede hacer nada, el tono simplemente es distinto y el mismo Les Claypool lo menciona en algún momento. A veces canta más bajo y a veces incluso se pierde en medio de la mezcla. Pero no importa, se entiende, y la parte instrumental es simplemente alucinante, incluyendo los teclados y moogs, símbolo del progresivo clásico. Leyendas versionando a leyendas, de verdad, memorable. ‘Xanadu’ nos eleva al cielo, mientras ‘To the Heart’ nos emociona y pone al teatro entero a cantar con la mano en el corazón, donde aún tenemos al malogrado trío, inoxidable y eterno. ‘Cinderella Man’ nos pasea por distintos mundos, ‘Madrigal’ reposa el ambiente y ‘Cygnus X-1’ vuelve a dispararnos hacia el infinito, con todo el poder y los sonidos espaciales mezclados, mientras representan un viaje en sus animaciones de la pantalla principal, con una nave espacial que luce los nombres Primus y Rocinante.
La salida de este sueño dentro de un sueño nos devuelve al mundo Primus, con ‘Follow the Fool’, otra canción nueva, y ‘Harold of the Rocks’ del inmortal Frizzle Fry.
El ambiente nunca bajó, la emoción tuvo muchos clímax y la comunión banda-público fue fantástica. Saltamos y sudamos, cantamos y recordamos leyendas, la ejecución fue fabulosa y el set rozando la perfección. Mi hipótesis, la valido totalmente. Para mí, hemos presenciado lo mejor de Primus en Chile. Inolvidable.