La historia de In Flames es la de una banda con raíces en la crudeza del Metal Extremo, con la melodía como columna vertebral y las buenas canciones primando como canal de expresión de sus creadores por sobre cualquier etiqueta. Son más de tres décadas en la carretera, con Anders Fridén y Björn Gelotte al frente sin detenerse ante nada y un catálogo discográfico que se renueva en favor de su propia matriz. Foregone, editado en febrero de este año, reafirma la vigencia de los de Gotenburgo como estandartes de un sonido que expande sus fronteras y a la vez, se mantiene fiel a su integridad. Y al ser el trabajo número 14, las expectativas tanto de los fans como de la prensa quedaron más que cumplidas; un trabajo con temple gigante y bríos volcánicos que poco y nada deben envidiar a los clásicos de los ’90 y parte del 2000.
Esa orientación a salir de la comodidad obtiene su respuesta en el culto religioso por parte de quienes saben lo que significa In Flames en el Metal tanto europeo como mundial. Una suma eficaz entre un repertorio de ‘Grandes Éxitos’ y un sonido aplastante, donde la voz de Anders Fridén escupe sus inquietudes más profundas como muestra de honestidad a prueba de todo. Todo eso hermanado con el octanaje instrumental liderado por Björn Gelotte, el gestor de una escuela de riffs con linaje sueco y alcance sideral en su propósito. Ambos secundados, a la vez, por un tándem nóvel en nombres, y con el renombrado guitarrista Chris Broderick aportando espectáculo y voracidad sin contrapeso.
En un Coliseo abarrotado e hirviendo como una caldera, y con la intro ‘The Beginning of All Things That Will End’ coreada en todo el recinto, ‘Great Deceiver’ marca una arrancada gloriosa. Dos cucharadas y a la papa, es el sentimiento general en una fanaticada que responde al octanaje con que In Flames sale a ganar desde el primer riff. Un Anders Fridén liderando el ataque vistiendo la camiseta de la selección chilena y sus colegas de ruta haciendo lo que mejor saben hacer. De una echándose el recinto al bolsillo, para que todo se venga abajo con ‘Pinball Map’, uno de los cortes estelares del aclamado álbum Clayman (2000). Una fiesta completa, con éxitos a la segura y las ganas de comerse al mundo con una calidad impecable en sonido. El mar de gente apropiándose de los coros, cómo no va a ser así para una generación que vio hace 20 años en In Flames una forma de escape y expresión en las turbulencias de la adolescencia.
Así como ‘Everything’s Gone’ puede resumir la vigencia de los de Gotenburgo en la última década, ‘Ordinary Story’ nos transporta a la época de Colony (1999), cuando In Flames, una banda de tradición sueca, se arriesgaba a tomar elementos del Metal Alternativo ‘Made in USA’. Casi un cuarto de siglo después, el océano de gente saltando y cantando hasta el sudor es la prueba irrefutable de a quienes siempre estuvo dirigida la propuesta de In Flames en su viraje del Death Metal Melódico hacia un estilo moderno que encajaba con las necesidades internas de sus creadores. Y si aún quedara una pizca de duda respecto a de qué están hechos los suecos, el groove bestial de ‘Darker Times’ no sólo convence de manera definitiva, sino que se erige en vivo como el triunfo de un estilo que marca la diferencia por sus propios méritos.
Quienes cuestionaron en su momento que In Flames abandonó el ropaje Death Metal de los inicios, es probable que jamás pensaran lo que puede generar ‘Behind Space’ –el corte que inaugura el primigenio ‘Lunar Strain’ (1994)- en el directo. Y si sumamos el nivel titánico de Chris Broderick en los solos, nos encontramos con un pasaje obligatorio en el cancionero de In Flames tanto ayer y hoy. Ni hablar de lo que provoca ‘Graveland’, la única embajadora del fundamental The Jester Race (1996) y testimonio inapelable de un legado que extiende su abanico al mismo tiempo que rememora el capítulo legendario de la escena Death Metal de Gotenburgo. Por cierto, las capacidades de Björn Gelotte como riffmaster supremo y su complemento con Broderick en las seis cuerdas, es de las postales a enmarcar en oro por el fiato musical que tiene a In Flames donde está hoy.
El bombardeo de éxitos continúa dando respiro solo a algunas palabras de Anders, incluyendo su cuota de puteadas a algún asistente molesto. Y es que en el ecuador del show, la cuadrilla integrada por ‘The Hive’, ‘Cloud Connected’, ‘Only for the Weak’ y ‘The Quiet Place’ nos permite apreciar el formidable estado de salud de unos In Flames que gozan de una juventud a la altura de la experiencia que les vale hoy el grado de referentes. Lo cual no se mide sólo por el sitial de los consagrados, sino el propósito de dar la vida y echar fuego en cada incursión. Y es ahí donde además de Chris Broderick, resaltan el baterista Tanner Wayne y el bajista recién llegado Liam Wilson como elementos de vital importancia en el andamiaje de una agrupación que la tiene clara sobre lo que importa en el directo. Suficiente para que Anders y Björn se dediquen a exponer sus credenciales ante un público que también lo deja todo por In Flames.
La dupleta ‘Foregone Pt. 1’ y ‘State of Low Decay’, completan junto a ‘Great Deceiver’ la pasada al recién salido del horno Foregone. Y lo hacen de la forma en que lo celebra el fan de In Flames, mientras que ‘Alias’ y ‘The Mirror Truth’ le dan al público el impulso anímico que los suecos registran con todo su derecho. Y abrochando el nuevo retorno, ‘Am Above’ y “Take This Life” dejándonos en lo alto, con el sentimiento de triunfo y satisfacción que nos puede dar una presentación que se basta de sus mejores armas para coronarse como de las más apabullantes en cuanto a metal hablamos.
Al terminar los casi 85 minutos de metal sin apellidos en vivo, para quien escribe está reseña aún resuena “The Quiet Place”. Específicamente, una línea que nos dice bastante respecto a In Flames y su presente: “Todo está en su lugar, mucho mejor a partir de hoy”. In Flames, reyes de sus propios pensamientos, no nos deja nada en el cuerpo, salvo la satisfacción de que la música que nos marcó a toda una generación de headbangers en el orbe está en el lugar donde corresponde. Y mirando hacia un nuevo horizonte.