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La tarde caía lentamente sobre la Sultana del Norte, pero algo distinto flotaba en el aire aquel 12 de marzo. La Explanada del Estadio Mobil Super, mejor conocida por los regios como “el estacionamiento del Palacio Sultán”, sería testigo de una experiencia sonora destinada a quedar grabada en la memoria colectiva de Monterrey: el esperado concierto de Tool.
Desde las cinco de la tarde, la explanada abrió sus puertas, y los fieles seguidores de Maynard James Keenan y compañía comenzaron a poblar el lugar con paciencia casi religiosa. A la entrada y en varios puntos estratégicos, la merch oficial hacía gala de sus precios prohibitivos, pero eso jamás ha detenido a los fans más devotos de hacerse de esos preciados souvenirs. Playeras, posters y toda clase de objetos se adquirían como reliquias sagradas de una peregrinación prog-metalera.
Bienvenidos al Ritual
La organización dividió el espacio en dos áreas principales: General y VIP. La gran sorpresa fue que, a diferencia de otros eventos, ambas zonas estaban divididas de manera vertical, brindando la posibilidad de llegar hasta la primera fila desde cualquiera de las dos. Claro, el área VIP tuvo tres ventajas claras: baños climatizados con agua y jabón (¡lujo absoluto!), algunas mesitas tipo bar ideales para reposar las posaderas, y menor concentración de gente, facilitando así la aventura de adquirir bebida y alimento sin demasiado conflicto. Aunque es difícil decidir si eso justificaba el precio.
Antes de iniciar con las bandas teloneras, grandes pantallas recordaban con insistencia que estaba estrictamente prohibido capturar fotos o videos del concierto. Una tarea difícil para la mayoría, aunque, hay que decirlo, el público regio cumplió en un sólido 8 sobre 10, porque al final, ¿quién podría resistirse del todo ante un evento de tal magnitud?
Seven Hours After Violet: Desajustes y Metalcore
La noche comenzó temprano, puntual a las 6:30pm con Seven Hours After Violet, la agrupación liderada por el entrañable Shavo Odadjian. Desafortunadamente, su presentación fue la que más sufrió problemas técnicos: un ajuste catastrófico hizo que el bajo de ‘mi Shavo’ sonara por encima de todo, como si fuera una broma de mal gusto del ingeniero de sonido. A pesar de esto, la banda logró cumplir su cometido y calentó motores con su enérgico metalcore.
The Cult: Rock y Oscuridad
Luego de una breve pausa, las tinieblas cayeron sobre Monterrey acompañadas del legendario sonido de The Cult, quienes subieron al escenario ya con la noche instalada. Y aquí ocurrió un curioso fenómeno: el audio mejoraba progresivamente conforme avanzaba su set. Tal vez fue la cerveza haciendo efecto, pero la realidad es que, para cuando terminaron alrededor de las 8:30 pm, la audiencia estaba entregada y la ovación fue contundente. Había tantas playeras de The Cult entre los asistentes, que la prohibición de grabar quedó en segundo plano por un momento. Pecadores y rebeldes musicales en todo su esplendor.
Tool: Catarsis, Visuales y Complejidad
Alrededor de las nueve menos unos minutos (porque claro, el tiempo de Tool es perfecto hasta en la impuntualidad), la mítica banda apareció en el escenario, detonando un grito colectivo de júbilo que podría haberse escuchado desde el Cerro de la Silla. Ahí estaban finalmente, Maynard, Adam, Justin y Danny, listos para sumergirnos en su universo sonoro.
El setlist estuvo a la altura de cualquier sueño de fanático:
Fear Inoculum
Jambi
Rosetta Stoned (con intro de Lost Keys)
Pneuma
Stinkfist
Descending
Schism
The Grudge
Encore:
Chocolate Chip Trip
Invincible
Vicarious
Tratar de describir la experiencia en vivo de Tool es una tarea casi tan compleja como explicar sus estructuras musicales sin sonar pretencioso. Pero en palabras simples, aquello fue impresionante. Los visuales, psicodélicos y magnéticos, formaron parte esencial del espectáculo, llevándonos a viajes alucinantes: ‘rojo, azul, rojo, violeta, aliens… espera, ¿aliens? Eso no es un color… pero qué importa, esto está increíble’.
Maynard James Keenan nos recordó con su típico humor y sarcasmo dónde estábamos: ‘¡Monterrey! No los escucho… Bullshit. Sigan ensayando’. Aunque su presencia fue estática junto al maestro Danny Carey, el vocalista bailaba discretamente al ritmo de cada tema, proyectando una extraña pero fascinante energía en el escenario.
Mención especial merece Danny Carey, quien nos regaló un solo de batería memorable, asistido por un artilugio electrónico salido de algún laboratorio secreto. El espectáculo tecnológico combinado con su precisión casi quirúrgica dejó claro por qué es considerado uno de los mejores bateristas del planeta, llevando al público regio al éxtasis y a la ovación desenfrenada.
Conclusión: Tool, Una Experiencia Obligada
Decir que el concierto estuvo ‘chingón’ es la forma más honesta y precisa de describirlo, sin caer en complicadas metáforas ni en explicaciones numéricas de Fibonacci. Simplemente fue extraordinario. Y aunque difícilmente se pueda capturar por completo la esencia de lo vivido esa noche con palabras, hay algo claro: asistir a un concierto de Tool es algo que debe experimentarse al menos una vez en la vida.
No sé cuándo regresarán, pero puedo asegurar que no dudaría ni un instante en repetir la experiencia si la oportunidad se presenta de nuevo.
Monterrey, viviste una noche irrepetible. Tool, lo hiciste de nuevo.
Agradecemos a Penny y Dorian de Alter PR por todas sus atenciones.
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