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Curioso y épico el caso de Draconian. Entre 1994 y 2003, pasaron nueve años antes de su estreno en grande con Where Lovers Mourn, una Opera Prima que marcó el rumbo para el doom-death con atmósfera gótica durante las últimas dos décadas. Llegando al más reciente Under a Godless Veil (2020), hay una propuesta consagrada y, a la vez, firme en sus principios por casi treinta años, con la sensualidad de Theatre of Tragedy y el peso catedrático de My Dying Bride convergiendo en un sello que hoy no busca nada más que pavimentar una vía de expresión con todo el peso de la existencia humana.
Son treinta años en la ruta y veinte desde que su catálogo discográfico se expande hacia los confines más tenebrosos de nuestra condición humana. Hay una clase, un propósito que nos identifica a quienes le juramos amor eterno al riff lento y la cadencia como herramientas en un estilo que no transa su desnudez. Sumarle que la 1ra vez de Draconian en Chile ya contaba con el regreso de Lisa Johansson como ingrediente idea para el dulce sabor de una noche de ensueño para los fans del género.
Con un repertorio acotado en su condición de teloneros, el disfrute en pasajes recientes como ‘The Lighthouse Keeper’ o clásicos eternos como ‘Elixir’ e ‘Impressions’ es notable, tanto para sus creadores como su fiel hinchada. Curioso fenómeno, no exclusivo de Chile, pero sí en lo que respecta al trance de dolor que una inmensa minoría abraza como si fuera una terapia al espíritu. Lo cual habla de Poema Arcanus como una institución respetada y muy querida en nuestro medio, incluso por parte de quienes son ajenos al mundo de las guitarras lentas.
A excepción de ‘The Lighthouse Keeper’ (del más reciente Stardust Solitude), los cortes mencionados y el final ‘She Burns Us’ son selecciones extraídas del fundamental Iconoclast, una placa que en su cumpleaños 20 hoy resurge y se impone con la autoridad de los clásicos. Esa autoridad que le basta a Poema Arcanus para liderar su propio rito de metal pesado -en su sentido literal- y que los tiene hoy como referentes supremos de un género que no necesita ampararse en la pirotecnia para demostrar su enorme calidad artística. Y donde el exceso de producción y la pirotecnia parecen una obligación en estos tiempos, Poema Arcanus invita a cuestionar los vicios de la modernidad a través de lo que los hace grandes ayer y hoy.
Tanto el corte inaugural como las siguientes ‘Lustrous Heart’, ‘The Sethian’ y ‘Sleepwalkers’ nos bañan en el presente de una agrupación que se aferra a su integridad como exponentes de un estilo con atmósferas de tiniebla con broches de luz. De ahí nos vamos un poco más atrás en el tiempo, con ‘Stellar Tombs’ echando la puerta a patadas con su metralla inicial para sumergirnos en su propio ritual de pérdida y sanación. Qué maravilloso es escuchar a Lisa Johansson adueñándose de las labores vocales que en su momento asumió Heike Langhans, con una soltura extraordinaria y dejando en claro que su regreso es definitivo en todos sus flancos. Como lo veremos y escucharemos durante más de dos horas de música hermosa y desgarradora.
La caminata progresiva de ‘Sorrow of Sophia’, el octanaje de ‘Elysean Night’ y la urgencia sanguinaria de ‘Seasons Apart’, se hermanan en un sentimiento de cuestionamiento y misantropía que, al menos en estos tiempos, recibimos con los brazos abiertos. Entre medio, ‘The Cry of Silence’ nos devuelve a los primeros días -o años- de Draconian, cuando entre los ensayos y los escasos shows en vivo, tomaban apuntes de lo que hacían Paradise Lost, My Dying Bride y Theatre of Tragedy en los años fulgurantes del metal gótico. Y nos queda claro que el lenguaje de toda una generación, hoy se mantiene en la brecha con su integridad a prueba de toda las bondades de la producción musical en la última década.
Cómo no rendirnos ante lo que son capaces de provocar Lisa y Anders, y no sólo en lo que respecta las voces. Son los espacios, el desplante de ambos y la química entre uno y otro lo que consagran a Draconian como acto en vivo de naturaleza suprema. Como podemos apreciar en ‘Scenery of Loss’, ‘Dishearten’ y, sobretodo, ‘The Morningstar’, está última de las que echa abajo una y otra vez el recinto hasta el último recoveco con sus quiebres de ritmo y armonías astrales. O el paisaje sonoro con que ‘Pale Tortured Blue’ amplifica su efecto desolador en el directo, con la voz de Lisa ejerciendo como luz-guía en la lobreguez de la frustración humana. Todo eso mientras la guitarra de Johan Ericson capitanea el ataque sónico con que la música transita entre la paz fraterna y el tormento cotidiano de la existencia, secundado por Niklas Nord como si llevaran décadas juntos en la ruta.
Tras el hundimiento final con ‘Daylight Misery’, los 15′ de ‘Death, Come Near Me’ se hacen un placer de sufrimiento y redención. Palabras quizás disonantes entre sí, pero con significado en común en torno al relato de desconsuelo en 1ra persona. Una montaña rusa de emociones y anhelos desperdiciados, que para todo amante del estilo le cae como un baño de gloria y magia.
Tras dos horas de música, y un final que parecía definitivo, bastaron 5 minutos para que los suecos volvieran la escenario, con las luces prendidas y el público sorprendido ante la inesperada vuelta. ‘Una más’, ofrece Anders Jacobsson a un público extasiado, y tras una versión A Capella de ‘Akherousia’ -Lisa, es que te pasaste con esa voz que toca la superficie del cielo!-, llega el broche con ‘Bloodflower’, con las reverencias de Anders a Lisa, como asimilando el debut en Chile con el recinto totalmente agotado y una euforia impensada en estas latitudes.
Ni los problemas técnicos de Niklas Nord en la recta final, ni nada parecido, podrían empañar lo que fue una noche elísea. Un regalo para las almas de justicia que se levantan de sus tumbas estelares para retratar en la música los escenarios de pérdida y muerte que definen la identidad de Draconian. Confiemos en que habrá una próxima vez, porque la postal de Lisa dirigiéndose a los fans en la primera fila es lo más cercano a la muerte extendiendo sus manos hacia los corazones torturados. Y acá al menos, el duelo es justo y necesario. Y bello, como una flor ensangrentada.
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