1995: Suffocation, ‘Pierced From Within’
1995 fue una difícil decisión teniendo en cuenta el ‘Symbolic‘ de Death y el ‘Slaughter of the Soul’ de At the Gates. Pero en última instancia, el momento decisivo de Suffocation con ‘Pierced From Within’, lo hace ganador, incluso sin el técnico Mike Smith detrás de la batería. Los neoyorquinos del death metal tanto técnico como brutal, casi partieron la Tierra en dos con el poder abultado de ‘Thrones of Blood’.
1996: Cryptopsy, ‘None So Vile’
¿Ninguno tan vil? ¿Qué tal ‘Ninguno tan rápido?’ El segundo álbum de Crpytopsy es completamente caótico, casi suena como si dos álbumes se estuvieran reproduciendo uno encima del otro. La entrega apresurada y salvaje de Lord Worm es imposible de seguir incluso con letra en mano, adicional a eso, ráfagas de acordes quirúrgicos y extraños, todos anclados por la artillería de Flo Mounier. Este es el death metal en su forma más salvaje.
1997: Vader, ‘Black to the Blind’
Los comerciantes polacos de la muerte, Vader, lanzaron el feroz y explosivo álbum de menos de 30 minutos conocido como ‘Black to the Blind‘. Con solo una canción de cuatro minutos, los riffs mecánicos de Vader fueron un desenfoque devastador y una declaración rotunda de que la competencia seguía siendo alta en cuanto a velocidad pura.
1998: Gorguts, ‘Obscura’
En 1998, muchos no lograron comprender el caos atonal del tercer álbum de Gorguts, ‘Obscura’. Luc Lemay encontró notas completamente fuera del diapasón, explorando un territorio enormemente inexplorado en el metal extremo. Los tiempos vertiginosos son implacables y las estructuras parecen completamente aleatorias, pero el hecho de que todo esto se calculó es un testimonio del genio que trabajó aquí.
1999: Opeth, ‘Still Life’
Después de tres álbumes, encontrando gradualmente su camino y desgastando uno por el que caminaban exclusivamente, los progenitores del Death Progressivo, Opeth, lo entregaron todo en 1999 con ‘Still Life’. Dentro estaba todo lo que los suecos habían estado insinuando, dándose cuenta plenamente de su visión de la luz contra la oscuridad, pintando con ritmos de death metal de pincel amplio, el mejor gruñido de Akerfeldt y el delicado toque de los pasajes aireados para contrastar sus raíces extremas.
2000: Children of Bodom, ‘Follow the Reaper’
Si bien, Children of Bodom no son los más conocidos como banda de death metal, en última instancia, caen bajo este amplio espectro. ‘Follow the Reaper’ es su momento decisivo, ya que Alexi Laiho realiza una ‘clínica de trituración’ durante casi cada segundo del álbum. Las armonías de doncella y las pistas neoclásicas son positivamente contagiosas, ya que Bodom ayudó a mantener viva la melodía en una era de lo más difícil.
2001: Opeth, ‘Blackwater Park’
La mayoría de los aficionados de Opeth consideran que ‘Blackwater Park’ es el punto culminante de la discografía de la banda, que mezcla a la perfección sus lados musicales, muy opuestos, en un tapiz bien tejido. En lugar de contrastar los lados claros y oscuros como antes, los estilos se pisaron los pies entre sí, lo que permitió más espacio para respirar en la composición, desplegando una nueva faceta de este grupo en constante evolución.
2002: Bloodbath, ‘Resurrection Through Carnage’
Bueno, hola de nuevo, Sr. Akerfeldt. Bloodbath unió a los veteranos del metal sueco bajo una bandera puramente death metal que buscaba rendir homenaje a los pioneros del género. Bloodbath resucitó (¡a través de la carnicería!) el death metal de la vieja escuela, con tonos de guitarra graves, una producción valiente y riffs desnudos con estilo y sustancia. Este debut demostró que la simplicidad puede ser totalmente subestimada. ¡Death metal como solían hacerlo!
2003: Vital Remains, ‘Dechristianize’
Después de revolcarse en la clandestinidad a lo largo de su carrera, Vital Remains recibió un golpe muy merecido cuando Glen Benton de Deicide firmó en 2003, emitiendo rápidamente el elogiado ‘Dechristianize’. Completado por el constante Tony Lazaro (guitarra) y el sobrehumano Dave Suzuki (batería, guitarra, bajo, letra), el siempre formidable trío puso de rodillas al mundo extremo con las alucinantes e increíblemente fluidas aunque complejas composiciones detrás del título.
2004: Necrophagist, ‘Epitaph’
Para 2004, el tecnicismo no era nada nuevo para el death metal, aunque el segundo álbum de Necrophagist, ‘Epitaph’, logró enviar al género de cabezas a una obsesión de más de 15 años por las guitarras virtuosas. La razón por la que su escena local está inundada de talento aparentemente de clase mundial es gracias a canciones como ‘Stabwound’ y ‘Only Ash Remains’. Necrophagist no solo se estableció como la nueva élite rápidamente, sino que metió todo este virtuosismo en composiciones bastante estándar, haciéndolo instantáneamente apetecible incluso para el oyente más novato.