El embrujo de Syd Barrett sobre Pink Floyd

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Después de su ruptura particularmente amarga, The Eagles dijeron que se volverían a formar cuando el infierno se congelara. Entonces, el infierno se congeló.

Y debió volver a suceder para el concierto Live 8 en julio de 2005, cuando tuvo lugar la siguiente reunión más improbable: la de Roger Waters y las tres cuartas partes de Pink Floyd que habían tenido la audacia de continuar sin él. Pero la evidencia real de que la temperatura del infierno cayó muy por debajo de cero habría sido si el autor solitario de Pink Floyd hubiera salido de las sombras, sacudido su guitarra y se hubiera unido a sus antiguos compañeros de banda en el escenario de Hyde Park.

A menudo se olvida, pero Pink Floyd no es ni la banda de Roger Waters ni la de David Gilmour. Es de Syd Barrett, el ideólogo original que puso en marcha la maquinaria.

A veces parece que Syd ha sido casi borrado de la historia de Floyd, la amarga separación de Waters y Gilmour y el fenomenal éxito de los álbumes posteriores a Barrett como ‘The Dark Side Of The Moon’y ‘The Wall’ eclipsando los humildes comienzos de un combo de Rock Psicodélico ideado por el estudiante de arte Barrett. Durante años, Syd pareció ser poco más que una nota a pie de página: el tipo que una vez estuvo en Floyd, se volvió loco, dejó la banda y el negocio de la música, luego llevó una vida semi-reclusa en Cambridge antes de fallecer silenciosamente un año después de Live 8.

Pero si lo consideras detenidamente, verás que sin Syd no habría habido Pink Floyd tal como lo conocemos: su magia profunda lanza un hechizo que impregna el mito y la producción musical de Floyd a lo largo de toda su carrera.

En 1965, Syd estaba estudiando bellas artes en Camberwell en Londres cuando se juntó con sus compañeros de estudios Roger Waters, Rick Wright y Nick Mason (en ese momento, David Gilmour era solo un amigo de su casa en Cambridge con quien Syd había intercambiado riffs de guitarra). Syd comenzó a trabajar en el desarrollo de su sonido, y así nació The Pink Floyd.

Syd tuvo una visión para sus esfuerzos musicales, una idea que iba más allá de las canciones pop de tres minutos que eran el forraje de las listas de éxitos de la época. Vio a su banda no solo como una entidad musical, sino como una extensión de sus esfuerzos creativos y artísticos. Barrett nunca tuvo reparos en admitir que la música no era su principal obsesión.

‘No fue mi intención jugar para siempre’, dijo. ‘Fue la pintura lo que me trajo aquí a la escuela de arte. Siempre lo disfruté mucho más…’

La forma de tocar la guitarra un tanto rudimentaria de Syd significaba que tenía que encontrar otras formas de expresar su visión musical. Su forma de tocar era destartalada, usando wah-wah, retroalimentación y pasajes discordantes para crear una paleta sónica que era completamente nueva para los oyentes de música de mediados de los 60s.

‘La música de Floyd surgió de tocar juntos; no nos propusimos hacer nada nuevo’, reflexionó Barrett en 1971. ‘Trabajamos hasta ‘See Emily Play’ y así sucesivamente de forma bastante natural a partir de los números de los Rolling Stones que solíamos tocar. Ninguno de nosotros abogó por hacer algo más excéntrico’.

Fue Syd quien primero tomó los cuentos de la gente superficialmente común y los tradujo en paisajes de canciones extravagantes. Pero eran historias con una ventaja. El primer sencillo de Floyd, el mencionado ‘See Emily Play’, lidió con la locura. Líricamente, Barrett estaba preocupado por la mente y todas sus debilidades, el coro ilustra cuán cerca está la figura central de perder el rumbo: ‘No hay otro día/Intentémoslo de otra manera/Perderás la cabeza y jugarás/Juegos gratis para mayo/Ve a Emily jugar ‘.

Los temas de desesperación y una mente al borde del olvido se convertirían en el modelo que caracterizaría el resto del material de Floyd, mucho después de que Barrett dejara la banda. Desde la diatriba de ‘The Dark Side’ ‘He estado loco por putos años, absolutamente años, estuve al límite por siglos…’; a la constante desintegración mental de Pink (el personaje central en ‘The Wall’), la locura nunca estuvo demasiado lejos.

Es una historia contada a menudo la de la reaparición de Syd, prácticamente irreconocible, calvo y con sobrepeso, en el estudio mientras la banda grababa ‘Shine On You Crazy Diamond’.

Antes de que Syd dejara (o le hicieran dejar) su banda, en abril de 1968, después de su deterioro mental por la prolongada experimentación con el LSD, se había sugerido que podría continuar trabajando con Pink Floyd como compositor y posiblemente como músico de estudio. Eso unca pasó, pero ya sea que Waters y Gilmour lo admitan abiertamente o no, su influencia sobre la banda continuó.

No fue solo la obsesión de Barrett con el lado oscuro de la psique humana lo que seguiría caracterizando al trabajo de Floyd sin él. Los espectaculares shows de luces y la teatralidad fueron indicios de cuando él estaba en la banda. Los primeros shows de Floyd usaban proyecciones sobre oil-slide y luces estroboscópicas para llevar la música más allá.

‘En verdad,’ dijo Barrett a Melody Maker en 1967, ‘apenas empezamos a arañar la superficie de los efectos y las ideas de luces y música combinadas; nosotros pensamos que la música y las luces son parte del mismo escenario, una mejora y suma a la otra. Pero en el futuro, las bandas van a tener que ofrecer mucho más que solo un show Pop. Tendrán que ofrecer un show teatral bien presentado.’

Y Pink Floyd se lo tomó al pie de la letra. Tal vez Roger Waters lo resumió mejor. ‘Syd es un genio’ dijo después de que Pink Floyd se separara. Y hay una fina línea entre la genialidad y la locura.

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